A propósito de la finalización del año escolar en la mayoría de las
instituciones educativas se puede observar por los pasillos a muchos
estudiantes con cara larga y preocupación pensando ahora si en lo que pudieron
haber hecho y no hicieron frente a los procesos académicos que se encuentran a
punto de finalizar.
Atrás quedan tres periodos académicos que no fueron aprovechados porque
pensaban que los “cuchos” o el sistema educativo estaban en la obligación de “colaborarles”.
En muchas instituciones se encuentran estudiantes que “juegan” con los “porcentajes”
y realizan “cuentas” sobre quien o quienes son los que van a “perder” el año o mejor en el lenguaje juvenil quien está en
la “mala”.
En muchos casos los docentes están ante la disyuntiva de desarrollar
actividades grupales que en la mayoría de los casos “facilitan” la obtención de notas pero no fortalecen la aprehensión
del conocimiento; o de realizar actividades individuales donde los mismos
estudiantes de siempre presentaran buenos resultados y la mayoría seguirá en lo
mismo; bajas calificaciones producto de la pereza, irresponsabilidad, apatía o
todo junto.
Al final punta de trasnochar calificando podrá saber que los resultados
son los mismos: alta mortalidad académica y entonces viene el proceso de
explicar ante las directivas que no es que quiera que todos pierdan ,sino que
al estudiante le falta interés. Cuando existe interés todo es diferente. Si un
grupo de estudiantes deben presentar una coreografía de un baile moderno, no es
necesario estar recordándoles ni citándolos a ensayos ni mucho menos organizándolos,
ellos solos muestran resultados, generalmente muy buenos ; pero
desafortunadamente ese tipo de “conocimiento” no lo mide el Estado, ni ubica a
la institución en un buen “nivel académico”. Al final en la educación pública Nacional,
pasa algo similar a lo que se refleja en el futbol profesional Colombiano: el técnico
es el responsable de lo que suceda con el equipo,si clasifica es bueno,sino es
despedido,algo similar sucede con los jugadores si este es bueno es algo innato ,pero si es al contrario
la culpa es del técnico que no supo manejar las cualidades del jugador .
Dejo aquí un artículo que refleja lo que sucede en la mayoría de las
instituciones de educación publica y en algunas privadas.Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
PORQUE ME HIZO
PERDER,PROFE?
TOMADO
DE:
http://www.eltiempo.com/blogs/los_anos_perdidos/2012/05/por-que-me-hizo-perder-profe.php
Por
Jorge Alexander Rojas Amado el 15 de Mayo 2012 8:32 AM
Es
la pregunta que con más insistencia formulan los estudiantes. Juran que sus calificaciones no son el
resultado de su trabajo y esfuerzo, sino del afecto o la animadversión que por
ellos profesa el docente, lo curioso del cuento es que hasta ahora no he escuchado de labios del
primero la expresión: ¿por qué me hizo
ganar, profe?
Mis
éxitos son mi entera responsabilidad. Reclamo para mí todo el mérito. Los
únicos y directos responsables de mis fracasos y de
mis malas notas son, en su orden:
mis profesores, ¡malditos!, me tienen bronca; luego,
ahí seguidito, asomando la nariz,
vienen mis padres, que no me
dejan hacer lo que me entra en gana y de vez en cuando les da por subirme el
tono de la voz y eso me trauma, me
trauma feo; seguidos por los vigilantes
de la institución, que no me abren la puerta inmediatamente yo
llego, así sea hora y media después de que haya sonado el timbre de entrada
- por ley están obligados a abrirme a la
hora que sea, eso lo sé y lo hago valer, no me crean tan majadero-; la sociedad, que no me entiende, las malas
amistades – esa razón se la inventaron mis papás, ¡buena cuchos!, ni se imaginan el peso y la responsabilidad tan grande que
me quitan de encima cuando argumentan
que las caspas que me gasto de
amigos son los únicos culpables de todo
lo malo que yo hago-; el sistema educativo,
el entorno tan complejo en donde vivo,
la alimentación que me proporcionan,
la inseguridad, el sistema Transmilenio, los retrasos en las obras de la 26, los
Nule, el clima, entre otras muchas
variables. ¿Y usted? ¿Yo? ¿Yo qué, de qué o qué?
Y
a esta feria de exoneración de culpas,
se le suma ahora un interés deliberado por eximirlos también de la
responsabilidad que les atañe como estudiantes de atender a todas sus clases y
de cumplir con sus deberes. Bajo la
premisa “las clases tienen que ser
divertidas”, se pretende que el maestro asuma la
desidia, y el poco espíritu de sacrificio con el que se está educando a los jóvenes actualmente. “Usted es el
culpable de que yo pierda, usted es el culpable
de que yo no preste
atención a sus clases”.
¡La
clase está aburrida!, ¡profe!, ¡hágala más dinámica!, es el reclamo
acostumbrado del grueso de los estudiantes cuando a un docente se le ocurre la
descabellada idea de explicar prolija y pausadamente un determinado tema -que ocurrente-, ¡hagamos la clase en el
patio!, ¡aplique la lúdica!
Los estudiantes
deben estar motivados, maestros, promulgan los teóricos, los llamados
expertos de la educación, y repiten los
rectores y el 99 por ciento de los
conferencistas que la Secretaría de Educación envía para que nos hablen de lúdica y de las bondades de pasar en “limpio” a los estudiantes, así no
hagan nada más que calentar asiento.
Las
clases tienen que ser amenas porque de lo contrario desertan, se nos van, y eso
afecta las cifras de cobertura y después ¿cómo sacamos pecho? Los temas tienen que colmar sus expectativas
y corresponder a las necesidades de su edad. Sólo si el tema les llama la
atención y lo consideran atractivo para sus vidas ellos ponen de su parte, se involucran, y aprenden.
Y
este estudiante, ¿de qué grado es, señor docente? – Grado décimo-. Y, ¿qué pasó
con él? - Estaba capand… estaba
evadiendo, señora rectora, -¡ojo vivo! docente con el vocabulario que emplea
para referirse a las faltas de los niños-.
¿Qué te pasa, joven…
Bryan es que te llamas?, – es que la clase no es amena, sssss, y además este man se la pasa a
uno gritándolo que haga silencio… sssss,
también.
Profe
-lo llama a un ladito y le habla en voz
baja la directiva-, revalúe sus métodos, no sé,
invéntese algo para captar su atención. Usted sabe, a esa edad son un poco dispersos, el joven
hoy no está de ánimo, no está en la
suya, trate de entenderlo. – Por mí me ponía a paladearlo, señora rectora, pero… un salón con 40 estudiantes en donde 38 casi nunca están
en la suya… créame, es complicado empezar
a cucharearle a cada uno la lección.
Se
debe amar lo que se hace, señor docente, ¿en dónde está su
inventiva, su ingenio, su creatividad?…
Vaya a ver docente, ¡pilas puestas!, ¿ya sabe, no?, a poner en práctica esa
lúdica. Y usted, mi amor, bebé, entre a clase, papito. ¡En la buena, rectora! ¡En la buena, joven!… Sonríe el joven y sonríe la rectora,
en el rostro de ambos se dibuja el
gesto ¡conectamos!, ¡hablando es que se entiende la gente!, ese
maestro si es que sssss, no sabe nada de
psicología juvenil.
Y
entonces no queda otra opción que
empezar a idear clases en donde los
alumnos se diviertan pero, eso sí, que aprendan, porque no ve profesor que el
ICFES es el que nos mide.
A
propósito del ICFES, ahora le llaman pruebas saber, ellos sí no están conectados con lo último en
pedagogía; los jóvenes vinieron al mundo
fue a divertirse, a pasarla bueno, ellos sí
no “comen” de didáctica y antes de entregarles el cuadernillo con el
cuestionario no se toman la molestia de preguntarles si X asignatura estaba dentro de sus expectativas, o sí se
divertían en clases. Esta gente sí es
seria y pregunta es química, filosofía, inglés, física… ¿Qué pasa señor
docente, porqué los estudiantes
presentaron esos niveles tan bajos en su área?
Se
les deben hacer clases didácticas,
considerar sus estados de ánimo, hagan lo que hagan no se les puede
llamar la atención en tono airado, de Perogrullo agregar no les gusta acatar
normas, el contexto familiar y social en el que se desarrollan es complicado y
por lo tanto no se les puede exigir demasiado, y con esto del libre desarrollo
de la personalidad, que ni se le ocurra a uno irles a prohibir algo.
La pregunta que me queda entonces es, ¿estamos formando jóvenes para
este sistema social, un sistema cada vez
más excluyente -así a través del discurso se intente convencernos de lo contrario-, salvaje, competitivo? ¿Es una sociedad piadosa y condescendiente la que
aguarda por ellos de adultos?
No sería
mejor, mucho más práctico y, sobre todo, aplicable para su futuro,
concientizar al estudiante que la vida
está llena de responsabilidades, y que el asunto no es si quiere o no, sino que no hay de otra que
cumplir con las obligaciones. O es que
acaso, dentro de un par de años,
cuando haya dejado de ser niño, joven,
y como tal tratado con privilegios, los considerados de
los Bancos, y los señores de los servicios públicos, van a esperar a que
esté en la de él para que se anime a cancelar sus deudas. “Hoy no estoy de ánimo, no insistan, vuelvan en unos dos meses por la cuota del apartamento”.
O se
les inculca que en la vida hay momentos y espacios para todo, – si quieren
jugar que se vayan para el parque-,
que es absurdo pretender que para
cada tema del currículo va a haber un juego divertido para que ellos no se
aburran, que el que está allá al frente
no es un comediante, y que son ellos los únicos dueños de sus actos y los
responsables de sus fracasos, o entre todos saquemos el tablero, los
pupitres, y traigamos una piscina de
pelotas, e instalemos un playland con muchos toboganes para que, gateando y de cabeza, el docente se meta a perseguir
estudiantes, y a su vez sea perseguido por ellos, como parte
de una dinámica para entender, no
sé, la cadena de aminoácidos o como se
propagan los virus.
Si desconsiderado, casi inhumano, es ponerlos a pensar, urgen de algo que los
haga reír pero que no demande ningún
esfuerzo mental, entonces convidarlos a que prendan el televisor y se aplasten
a ver ¿en dónde carajos está Umaña?, pobres rico… ¿clásicos de la
ramplonería y de la risa fácil? Les tengo los enlaces para que descarguen,
íntegros, los capítulos de Pedro el escamoso y, sin más ni
más, se enganchen a bailar el pirulino.
Alguien
dijo por ahí que “en esta vida hay que hacer lo no se quiere para llegar a donde se quiere”, punto, y para ese mundo es que los preparamos, un
mundo lleno de responsabilidades, en donde hay que obedecer, acatar normas,
hacer sacrificios y luchar sin descanso.
O
continuemos mimándolos, otorgándoles todo tipo de prebendas, aunque… pensándolo
bien, si aspiramos a que esa desfachatez
con la que continuamente quebrantan el principio de autoridad sea consecuente con el futuro que les
aguarda, empecemos primero por cambiar
la realidad, digo, como para que no se estrellen, a esa velocidad el totazo
puede ser duro.
Jefe:
Aquí estoy don Bryan, ¿me mandó llamar? (pregunta agitado).
Bryan:
Casi que no llega, jefe. Tome asiento.
Jefe:
Estaba hablando con unos clientes en mi
oficina, que pena la demora. ¿Para qué
soy bueno, don Bryan?
Bryan:
Hombre, lo hice bajar hasta aquí a la bodega porque tengo que tratar un
asuntico con usted, pasa jefe que no estoy conforme con las tareas que usted me
asigna, no son lúdicas, no me motivan, y
por tal razón quiero informarle que a partir de hoy no voy a realizarlas.
Jefe:
¿Y entonces, don Bryan?
Bryan:
Y entonces, jefe, tiene hasta la próxima
semana para me asigne unas bien
entretenidas y le delegue eso de cargar cajas a otro, un reprimido de su época, uno de esos
idiotas útiles que fue educado
con normas estrictas. Mi formación fue bien
distinta y así mismo exijo que se me trate, ¿entendido?… Otra cosita, cambie los horarios
de la empresa y revalúe sus métodos de
mando, no me gusta madrugar y tampoco que me estén dando órdenes.
Jefe:
Que pena, Don Bryan, ya mismo me pongo en la tarea de modificar la dinámica de la empresa, e inicio un revolcón administrativo. Como primera medida, pienso
abolir esa organización vertical
que a don Bryan tanto le molesta.
Bryan:
Eso espero.
Jefe:
¿Algo más?, ¿puedo retirarme?
Bryan:
Nada más, puede retirarse.
Jefe:
Con su permiso, Don Bryan.
Bryan:
Suerte es que le digo… … ¡Jefe!
Jefe:
Diga, Don Bryan.
Bryan:
¡En la buena!
Jefe:
¡En la buena, don Bryan! (Conecté con
don Bryan).